Se dice que un integrante de una obra de ficción “rompe la cuarta pared” cuando se dirige directamente al público, obviando por un momento su condición de personaje. Ejemplos son las apelaciones al espectador de Malcolm (de la serie Malcolm) y de los animales de los Picapiedra, que no hacen gracia. El origen de la expresión proviene de la cuarta pared invisible que separa a los espectadores de los personajes de una obra de teatro.

Hemos aprovechado para preguntarle al kebab lo que nos interesa a todos: si la salsa blanca lleva realmente semen. “Un kebab tiene una esperanza de vida muy corta, y voy a hablar de lo que yo quiera. Voy a hablar de Spotify. Lo que ha hecho Spotify no tiene nombre. Ha hecho como una de esas prostitutas que al principio no te cobran, pero luego te acaban costando una pasta. Joder, ¿cómo se llaman?” “¿Novias?” “Eso, novias. Spotify es una novia.”.
El kebab que habla ha quedado bajo custodia de Bernardo Gómez Gómez, el arqueólogo gordo que se comió el kebab de hace cinco mil años (aquí) y el kebab con la cara de Jesucristo (aquí), que ha prometido cuidarlo muy muy bien y no comérselo. Aprovechamos para desmarcarnos de las opiniones del kebab: es falso que insultemos cada vez a colectivos más grandes, y desde la redacción pensamos que las mujeres son seres maravillosos que transpiran lógica por todos sus poros y para nada se ponen irritables una vez al mes.
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