lunes, 30 de mayo de 2011

Kebab es Poesía (II): Oda al ojete al completo

Eurologio Vinasco se ha decepcionado del Kebab es poesía I, y ha pedido que le publiquemos su oda entera. Si os da palo leerlo, saltad hasta el tercer párrafo donde empezaría la segunda parte. Un saludo. Sabemos que no tiene éxito.
Estando loco y aburrido, agotado y soñoliento y barrenado, ido, mi cuerpo mil quinientos quilos pesando, mis músculos escasamente respondiendo a mis pequeñas demandas, estando demente se me ocurrió hacerle una oda -muy teniente- al pequeño héroe, Recto de Mio Ojete.
El egregio apéndice –que no es apéndice- del alma, sino fondo de saco roto, puerta a la inmensidad o a las entrañas, esfínter de buenos y malditos alimentos, fuerza que desgrana la naturaleza, sea en forma de torrencial acuoso que lo inunda todo o de piedra dura que cae y lo jode todo. Portal de los desmanes solitarios que no tienen que ver con genitales –ya lo decía Quevedo, “no hay placer comparable al placer que es el cagar”- que nos relaja al final de un día ajetreado y nos invita a la reflexión y a la introspección, entronificados como reyes en nuestros dominios: hasta donde nos alcanza la vista, el último azulejo de la pared –aquí quietos, meditamos, con el ojete abierto en el sillón- hasta el fondo de la taza donde aguarda, impasible, nuestro montón.

El cagar nos hace humanos y el ojete es como la glándula pineal, el alma, el centro de la existencia. Los buenos psicólogos describen la fase anal, y el buen hombre –el hombre de bien- sabe que debe respetar a su ano como si se tratara de un hermano, y quererlo, honrarlo, hacerle buenas libaciones, no dejar que lo penetren sino el placer y las placenteras vibraciones que provoca la descarga atómica de su contenido, en ese lugar al que llamamos váter y que en realidad es un edén.

Contra el ojete he escuchado vilipendios horrorosos, que si huele mal, que es muy oloroso, que si es feo, arrugado, mierdoso. Que si se jode un esfínter te vas por la pata abajo, que si le da la gana al ano te quedas a la taza por días anclado, exprimido, rebañado y deshidratado.
Es fácil meterse con quién no habla y hace de su modo de vida el proverbio latino que reza “facta non verba”, y se limita honrosamente a justificarse sólo por sus hechos y no a prodigarse en nada, como los antiguos y difíciles héroes de manuales viejos y desfasados: el mundo necesita un nuevo héroe, alguien que nos muestre el camino, y no sabe que lo encontrará si intenta –con gran atino- mirar entre sus nalgas y hallar, vergonzoso, cianótico y rugoso, al magnífico ojo del culo, al mismo al que llaman ano, ojete, y que no se arruga ante las adversidades que se le presenten.

Es capaz de multiplicar su tamaño por dos, y hacer pasar a través de él todo el intestinal contenido, litros y litros, quilos y quilos de mierda, que quizá el que caga no se da cuenta y a quién por error entra y huele el percal, apesta.
Dice el catalán “la merda de la muntanya no fa pudor si no la remenes amb un bastó” y se aplica metafóricamente a los asuntos que es mejor dejar en paz. Por lo retorcido de la problemática el ojete aguanta y deposita la mierda con acopio pero con calma, para que descanse el sueño eterno de la desintegración en humus, o quizá que alcance el honroso hecho de llegar a ser coprolito, y que la posteridad jamás le niegue el hito.

“Si te pica, te rascas” dicen los buenos españoles, pero no hay rascado que placer superior reporte, como rascarse el ojete ante el aluvión de escozor que a veces de repente sorprende que se esfuma entre nuestros dedos rascando como hace por el suelo la resbaladiza serpiente. “Si te pica, te rascas: si se trata del ojete, eres afortunadete”.

El sabio dijo “el ano es una estructura compleja pero sencilla de entender” y toda la magia y la sabiduría de esa frase otras palabras no pueden merecer. Sería imposible decir más frases vanas, tenga a bien el lector –que de seguro caga- el darle unas vueltas y así macerarlo –lo que es sacarle toda la mierda al asunto, estrujarlo- si es que tiene ganas y se atreve a intentarlo.

El lugar común de todo el mundo es el ojete, órgano uno, sin par, y de los mamíferos habitual. Sea el ser humano, pues, adalid de tanta gloria y mantenga su paz, entre hermanos, acordándose de su fiel escudero, el ano.


Barcelona, Mayo 2011.

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