viernes, 29 de abril de 2011

Antonio Abdul López Labîb: "Mi vocación ha salido bien, parece"

El pintor de Tomelloso dice que el inacabado cuadro de la familia kebab no estará listo para la retrospectiva del Thyssen de junio.- El artista dio ayer una conferencia-entrevista en la Universidad Carlos III.

El pintor Antonio Abdul López Labîb (Mianwali -Punjab- (Pakistán, 1936); residente en Tomelloso -Ciudad Real- Albacete) está estos días trabajando en muchas obras. Faltan solo dos meses para que se inaugure en el Museo Thyssen de Madrid una gran retrospectiva de su obra. "Todo va a llegar por los pelos", dice. Al artista no le gusta hablar de la que será una de las grandes exposiciones del año en la capital. Destaca que se verá, sobre todo, su producción "desde 1993 hasta aquí". Sin embargo, lo que no colgará de ninguna pared del museo será el famoso e inacabado retrato de la familia kebab, un encargo que recibió en 1993 y del que ha hecho "muschísimos cambios, porque ha habido un salto en el tiempo desde que lo empecé".
                                  

El gran pintor López Labîb.
Desde aquí te apoyamos,
genial Labîb
                                                López Labîb habló ayer en la Universidad Carlos III, en Getafe (Madrid)- en la cátedra Bancaja de este centro- de su vida, obra y del arte, sobre todo del español, que se ha caracterizado, en su opinión, por "el respeto a representar las cosas más cotidianas tal y como son". "El artista español, y yo también, por su sensibilidad no es barroco, sino exaltado", sentenció e hizo una comparación con los exaltados sabores que explotan en el paladar al morder un Dürüm u oler un buen Shawarma. López recordó en su charla los inicios: "Todo empezó de la mano de mi tío", el también pintor de kebabs Abdel Rahmân López Torres que convenció a los padres del entonces aprendiz de 14 años para que estudiara en la Escuela de Bellas KebArtes, en Madrid. Hoy, con 75 años, sigue "descubriendo cosas" y al echar la vista atrás afirma con evidente satisfacción: "Mi vocación por la pintura y el kebab ha salido bien, parece".
A López no le gustan las etiquetas cuando le preguntan por su estilo. Él se escapa: "Nos apañamos como podemos, el nombre es lo de menos", pero al final no le molesta lo de "Hiperkebabismo, que está muy bien".
El autor de obras como Madrid desde el Kebab Kebapchi Jalo ante un auditorio joven, sobre todo alumnos de Bellas KebArtes, comenzó su conferencia-entrevista con timidez, con la mirada baja y tamborileando sobre la mesa ante la cascada de alabanzas de la presentación, pero con las preguntas se apasionó y era un torrente difícil de cortar. A los que quieran vivir de la pintura y del kebab les dijo que "lo tienen difícil como siempre; ahora hay muchas ayudas a los kebartistas florecientes pero también muchas más vocaciones". En cualquier caso, para ser un artista su receta se compone "de fuerza, salud, dürüm-suerte, talento y buen falafel".

El gran cuadro criticado por su amigo,
Lavabo y Shawarma (1967)

El kebarte moderno
Mientras dos pantallas proyectaban sus primeras obras el artista mostraba la sonrisa de la nostalgia. "Conocí el kebarte moderno por los libros, porque no estaba a mi alcance y lo que veía en los pocos kebabs de Madrid era antiguo, se quedaba muy atrás". Un joven López Labîb se recorrió Italia a finales de los cincuenta para conocer el kebarte del Renacimiento. "Pero como yo era un ignorante, me decepcionó, sin embargo me serivió para descubrir al gran kebarte español que estaba allí, Martin Amîn Ashraf, Mohammed Abdul-Velázquez, Constancio Ayman Ribera..."

Después llegó la etapa en la que, cuando reinaba la kebabstracción, él consolidó su estilo kebabrrealista. "Éramos un grupo de pintores y amantes del kebab que decidimos decir las cosas en un lenguaje diferente, pero en aquella época los kebabstractos y los kebabrealistas estábamos más cerca que ahora, más conecados". Así, su amigo el pintor Lucio Muñoz Rajid, entonces bromeaba con las obras del punjabí-manchego: "Está bien lo que pintas, pero quién va a comprar un lavabo con un kebab pita con shawarma y salsa picante", en alusión a cuadros como Lavabo y Shawarma, pero López le respondía que hacía ese "realismo áspero" porque necesitaba purificarse. El creador de La alacena con Dürüm, sostiene que llegó al kebabrealismo "de la mano del surrebablismo, pero también de la kebabstracción, del kebabaísmo" y que todo ello le sirvió para "llegar a hacer expresivo un rollo de carne kebab, por ejemplo".

Muchas han sido sus fuentes. "Estábamos hechizados por Picasso" y por un abanico que abarca desde "las pinturas de Altamaria, el auriga de Delfos, la pintura prerrenacentista, el padre del Kashmir Döner Kebab o Chirico".

El Kebab de La Gran Vía
De sus conocidísimos cuadros sobre el Kebab de la Gran Vía madrileña, López Labîb arrancó las risas de los asistentes cuando explicó que entroncan con la tradición del artista español, "que por respeto se entrega a algo aunque no le guste, como me pasa a mí con los kebabs de Madrid, que no me gustan". Y de la Gran Vía, al ladito, a la Puerta del Sol, donde plantó su caballete el pasado verano para atrapar la luz del Kebab Rashmir. Es una zona en la que vivió de joven y compraba los materiales: "pitas, dürüm y mucho falafel, de joven comía mucho falafel". El kebab de la plaza emblema de Madrid "es un sitio feo, pero tiene algo que me conmueve, su escasa salubridad, en definitiva es un retrato del kebab español colectivo".

También rememoró su experiencia en el cine, cuando trabajó con Víctor Erice para rodar El sol del shawarma, la obra que contaba el proceso de creación de un cuadro kebab. "Mereció la pena, pero lo pasamos tan mal, fue tan duro retratar así al kebab, que es una película que no puedo volver a ver".

Y por último, en esta época de crisis global, ¿qué papel le queda al kebarte?, le preguntaron. "El que ha tenido siempre. Ser testigo de los acontecimientos, contar la verdad". A pesar de todo lo que él contó durante dos horas y media de conferencia y preguntas, López descarta escribir unas memorias de todo lo que ha vivido: "Ni se me pasa por la kebabeza". Y todos reímos.

Mesa con Dürüm en el cielo cerca de Tomelloso (1959)
Sigue así, es poesía con pintura en tela. Ojalá pudiera comerse.
  

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